Para Mirtha Ibarra el tiempo corre a otra velocidad. Ella, uno de los rostros indiscutibles del cine cubano, conserva intactos su temperamento jovial y su mirada despierta. Sigue encantando en la gran pantalla… y fuera de ella.
Aunque lleva más de tres años sin actuar, la primera actriz cubana encontró en otras áreas de la creación un espacio para no detenerse. Hace mucho tiempo escribe canciones pero no las ha sacado por sus temores, aunque desea dárselas a alguien que realmente las defienda.
«Hace tiempo que no me proponen realmente nada. Y tampoco me gusta involucrarme en proyectos a largo plazo porque si me sale una película, para mí, en primer lugar está el cine, es donde me siento más realizada y es el que menos estrés me crea.
«La televisión me crea mucho estrés y aún más el teatro. Entonces yo prefiero el cine, porque el cine tiene esa posibilidad, primero, que tú te sientes como que tienes un público que son todos los técnicos y segundo, que si estás mal, te dicen: corten. Y eso te relaja muchísimo, eso te da una tranquilidad espiritual increíble».
Mirtha confiesa que trabaja con todos sus recursos en un guion cinematográfico y en una de sus más entrañables ocupaciones: la promoción y divulgación de toda la obra de Tomás Gutiérrez Alea, Titón, su compañero en la vida por 23 años.
«Yo empecé a hacer cine con Titón, pero solamente después de ocho años de matrimonio. Él decía que no me daría un papel hasta que no encontrara un personaje adecuado para mí.
«Mi primer personaje importante llegó entonces en el filme Hasta cierto punto. A partir de ese momento no solo fui su esposa sino una actriz que podía trabajar con él, y nuestra relación se hizo mucho más profunda».
Mirtha Ibarra nació en un pueblo que se llama San José de Las Lajas. «Mi madre era despalilladora de tabacos. Mi padre trabajaba en una fundición y a veces montaba tanques. A veces tenía trabajos esporádicos. En la fundición ya era un trabajo fijo. Y bueno, pues una casa humilde, linda, de esas casas de tejas con canal, donde nos bañábamos cuando había aguaceros, debajo del chorro de la canal. Y con mucha educación».
La vida le cambió a Mirtha en un instante. «A mí siempre me gustó bailar y un día llegué a una fiesta, donde había un grupo de intelectuales y me presentaron a Titón, yo me fui a la cocina a hacerme un trago y, sentí que unos brazos me atrapaban y trataban de besarme apasionadamente. Yo me molesté, me pareció un atrevimiento y me molesté al punto que me fui de la fiesta. Llegué a mi casa y mi marido me dijo: ¿Y qué te pasó? Que un atrevido ahí que me acaban de presentar, Titón, un director de cine, me acaba de coger para besarme.
«Dos días después él fue a mi casa a excusarse y a decirme que había tomado demasiado, que lo disculpara, que ese no era su comportamiento habitual. De todas maneras yo siempre digo que Titón se anotó unos puntos, porque uno no está acostumbrado a que un hombre te tome por el brazo y de pronto quiera besarte. Eso tiene su charme de todas maneras.
«Luego me pidió mi opinión sobre una película, estaba buscando una actriz, no sé. Y recuerdo que mi marido el francés, me preguntó: ¿Quién estaba ahí? Y le dije: el director de cine que te conté. Oh, ese tipo sí me parece peligroso.
Él era un francés muy francés, pero había mucha comunicación entre nosotros porque me parece que la fidelidad es eso, comunicación y honestidad, ¿no? Y yo soy una persona muy fiel. Muy fiel con mis maridos y muy fiel con mis amigos».
Mirtha se fue a París, y vino tres años después y un día que salía del teatro, Titón le estaba esperando. «Me pidió la dirección, me preguntó si yo estaba sola, le dije que sí, insistió en que si era completamente sola. Le dije que sí, y se apareció donde yo vivía, se apareció muy lindo, con un jean, un pulóver negro de invierno, se acostó en una hamaca que yo tenía brasilera, él estaba practicando todo el tiempo la seducción de una manera muy sutil.
De pronto dijo: me voy. Digo yo: pero este hombre. Entonces yo me cuestioné y dije: yo no entiendo esta visita tan rápida, no, ¿por qué se ha ido? Y entonces llamé a una amiga y le dije: mira, pregúntame si es gay o si está casado. Esas son para mí dos impedimentos porque no me interesa entrar en una relación tan problemática.
«Y entonces ella vino y me dijo: nada, hombre libre, luz verde, este es el teléfono. Y ahí yo lo invité para el 31 de diciembre que viniera a mi casa que había una fiesta.
«Después en el Parque Lenin tuvimos un trabajo voluntario el 31 de diciembre, todo cambió y la fiesta se trasladó para la casa de Armando Suárez del Villar. Él no apareció nunca. Yo me fui a las tres de la mañana para la casa y me tocaron a la puerta, yo estaba durmiendo y era Titón.Y ahí empieza la historia».
Mirtha ha trabajado en varios filmes emblemáticos del cine cubano. «Yo creo que todas las películas me han aportado algo, pero Hasta cierto punto y Fresa y chocolate me marcaron muchísimo. La primera porque fue mi primer trabajo importante en el cine y tuvo una repercusión social grande en su momento. La segunda porque destapó problemas reales en Cuba. Y en ambos casos obtuve reconocimientos.
«Fresa y chocolate fue un verdadero estímulo en mi carrera. Marcó un punto de giro en la mentalidad del pueblo cubano y logró un cambio en el pensamiento de algunos miembros del gobierno. También sirvió para que el mundo empezara a conocer un poco más sobre la realidad cubana de ese momento, en temas muy puntuales».
Es cierto Mirtha tiene por estos días poco trabajo en el cine en Cuba pero se siento tan bien. «Y yo adoro cuando voy por el Malecón con mi carro y veo toda la gente sentada en el Malecón, yo adoro eso. Adoro La Habana Vieja, adoro lo que tiene una isla.
«Una isla tiene sus ventajas y sus desventajas. Porque la desventaja es que, a veces, te sientes aislado del mundo, ¿no?, y que te sientes un poco enclaustrado.
«Pero también tiene su encanto y sobre todo yo me identifico mucho con el cubano, no es que yo sea una chovinista, pero a mí esa cosa que tiene el cubano de dar, de dar, de que se da, te da su casa, que brinda su casa, eso no se encuentra mucho. Sí, yo he viajado mucho, he vivido fuera mucho tiempo, y eso de: te invito a comer a mi casa enseguida, después de conocer a una persona.
No, te invito a un restaurante, pero no te invito a mi casa. La casa es… Cuando alguien te invita a su casa fuera, es como que están haciendo… Nosotros no, para nosotros es algo muy, sencillo, te doy mi casa porque te siento ya que puedes participar de una comida conmigo y esas cosas a mí sí me marcan, porque me marcan la diferencia de una idiosincrasia, y eso sí yo lo aprecio mucho. Lo valoro mucho».
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