El actor Carlos Enrique Almirante es uno de los rostros más conocidos del cine y la televisión en Cuba, por lo que se ha ganado el reconocimiento de su público que lo sigue en todos sus proyectos, principalmente los del séptimo arte.
En su carrera fílmica el personaje de Fátima o El Parque de la Fraternidad ha significado un punto de madurez profesional y humana, aunque también se le recuerda en Ciudad en rojo, Lisanka, José Martí el ojo del canario y Kangamba, por solo citar algunos títulos.
Carlos Enrique Almirante siempre pensó en ser actor: «desde chiquitico». Y recuerda que en una de las tantas ocasiones en que acompañaba a un ensayo a su papá, el querido Enrique Almirante, premio nacional de Televisión; le propusieron que interpretara un papel en las aventuras El dragón mambí, y no se lo pensó dos veces.
Fue un mundo que se abrió de casualidad ante mis ojos. Solo tenía 11 años y, desde entonces, me sumergí de lleno en esta profesión en la que he podido participar en más de 20 filmes, compartiendo varios protagónicos.
Pero Carlos Enrique asegura que a lo largo de su carrera, fructífera a sus 37 años, ningún papel le ha dado «tanto trabajo» como el de Fátima. Aunque cuando lo dice, pareciera que la alegría que relumbra en sus ojos le desmiente: pues la faena de ponerle piel y alma a un personaje se convierte para él en un disfrute infinito que se le sale por los poros.
Fátima o El Parque de la Fraternidad, dirigida por Jorge Perugorría e inspirada en el relato homónimo del escritor Miguel Barnet, llegó para darle un giro a su carrera al poner en sus manos el papel de Manolito, un muchacho que ha de convertirse en Fátima, la reina de un cabaré de travestis.
Deseaba desde hacía rato hacer un personaje así, con todas las complejidades que trae consigo elaborar y apropiarse de un papel como este. Fue un mes en el que casi me vuelvo loco entre tantos ensayos, durmiendo con unos tacones al lado de la cama, y sobre todo aprendiendo de ese mundo, sus luces y sus sombras, compartiendo con ellos en el camerino, enfrentándome al público que frecuenta ese tipo de cabaré.
Carlos Enrique dice que no sabe dónde radica su éxito, aunque advierte que muchas cosas se logran en la vida a través de la sencillez, cualidad que ha sabido cultivar en su paso por esta exigente profesión, en la que no se cree galán, pese a los papeles interpretados. Insiste que es algo que aprendió de su padre, quien fue uno de los grandes galanes de Cuba y nunca lo sintió realmente.
Este joven artista también triunfado en importantes producciones de México y Colombia, sin embargo siempre vuelve a la Isla, por lo que comentó que, «el actor es actor donde quiera que esté. Yo he estado por circunstancias de la vida trabajando en otros lugares. En esta carrera tienes trabajo hoy y mañana no. He terminado proyectos fuera y me han llamado para hacer una película aquí y he regresado. Me da lo mismo trabajar en Cuba que en otro lugar: donde quiera que me llamen para un buen proyecto y se haga buen cine, ahí estaré».
La carrera de Carlos Enrique, tanto en la pantalla grande como en la chiquita, ha sido multifacética. Lo hemos visto desarrollarse, no pocas veces, en la conducción de programas televisivos y recientemente también fue director de audiovisual. Su ópera prima: un videoclip con la agrupación Real Project.
Yo soy básicamente actor, fue lo que estudié, es lo que más me gusta, lo que me apasiona. Conducir es una cosa que ha venido de casualidad, ni siquiera me he propuesto dedicarme a la conducción seriamente. Ha sido una cosa natural, que fluye cuando estoy en los programas, ni siquiera otro personaje.
Carlos Enrique no descarta probar su lado artístico como escritor de guiones, y resaltó el potencial de Cuba, en producciones estelares cinematográficas, aunque reconoce «que al cine cubano lo que le falta son historias. Tenemos el potencial actoral, de dirección y equipo técnico para hacer buenos proyectos y hacer buen cine. Además, como todo cine que se hace le falta producción, siento que nos faltan buenos guiones».
En Colombia recuerdan la actuación Carlos Enrique en la telenovela Sinú, río de pasiones, un proyecto con marcado regionalismo que puso nuevamente el talento de este joven a consideración.
Adaptarse también fue un reto actoral para él, quien llegó a Bogotá una semana antes de iniciar grabaciones. Cuenta que fue como trabajar al vacío pues no conocía el acento costeño y menos el cordobés, que es el predominante en la historia desarrollada en Montería.
En Miami tuvo una experiencia muy particular, allí condujo el programa concurso «Un minuto de fama», cuyo formato fue fácilmente adaptable, más porque compartió set con la misma presentadora que había trabajado en Cuba en sus inicios como presentador. Fueron ocho meses hasta cuando comenzó la grabación de la serie que además de grabar en Cuba, lo llevó a España.
Según dice, de Cuba extraña a su familia y amigos, por eso cada vez que puede los visita, pues desde hace algún tiempo la flexibilidad de las leyes permite que se cumpla ese proceso y afirma que nunca ha pensado dejar la isla, más si está haciendo lo que le gusta, actuar.