Por más papeles que interprete, por más que haya dado vida a los personajes entrañables y controvertidos, para no pocos cubanos, Fernando Hechavarría será siempre el Nacho Capitán de Tierra Brava, telenovela que bajo la dirección de Xiomara Blanco llevó a la pequeña pantalla la radionovela Media Luna, de la escritora Dora Alonso. El propio actor reconoce que este personaje marcó un hito en su carrera.
El versátil actor de teatro, televisión y cine nació en Santiago de Cuba y se crió en Holguín, ciudad donde comenzó, desde 1972, a dar curso a su sensibilidad artística.
«Inicie estudios de diseño, pintura y escultura en la Escuela Provincial de Artes Plásticas de Holguín y también recibí lecciones de piano y ballet.
«Sin embargo, un día un buen amigo diseñador me incitó a hacer las pruebas de teatro; nunca me ha querido confesar si fue porque mis dibujos le parecían espantosos. A partir de allí el enano de la actuación no me abandonó nunca más: estudié en la Escuela Nacional de Arte y me gradué en 1972».
Durante casi veinte años, Hechavarría formó parte del Grupo Teatro Escambray, una interesante experiencia escénica y comunitaria. Pero no se circunscribió a las tablas y por ello ha desbordado su histrionismo también en la televisión y el cine, con una entrega y una pasión fabulosas, que lo convierten en artista de renombre internacional.
«Nada forma tanto como los tropiezos. Los éxitos y elogios reconfortan y estimulan. Los desaciertos conmocionan y obligan a recapitular, a crecer y, por ende, a evolucionar. No nos permiten dormir peligrosamente en los laureles, y entiéndase, no me gusta errar. Más que acertar, lo que más me atrae es cuestionar cada vez la validez de los recursos alcanzados, para conseguir estadíos superiores».
A partir de 1995, Fernando Hechavarría comenzó una intensa labor con uno de los grupos teatrales más prestigiosos de La Habana: El Público, dirigido por Carlos Díaz, dentro del cual ha asumido papeles protagónicos en obras como Calígula, de Albert Camus; El rey Lear, de William Shakespeare; o El Público, de Federico García Lorca.
Sus participaciones en las telenovelas Tierra brava y Las Huérfanas de la Obrapía han grabado su rostro en el recuerdo de millones de cubanas y cubanos; sin embargo una de sus interpretaciones favoritas en la pantalla chica fue a las órdenes de Rudy Mora en Diana.
«Tuve el pelo negro en la telenovela Tierra Brava y cambiaré mi aspecto físico, en la medida de lo posible, cuantas veces lo requiera un personaje. Yo me concentro mucho en cada uno y me entrego en cuerpo y alma.
«Soy un actor básicamente dramático pero la comedia inteligente me atrae mucho, lo he hecho alguna vez con Osvaldo Doimeadiós y Carlos Díaz, pero nada de manera continuada. En algún momento tendré que dar un salto, tengo el valor suficiente para aceptar una comedia musical, por ejemplo. Sería bueno intentarlo».
En cuanto al cine, Fernando Hechavarría se ha lucido en los filmes Amor vertical, Ciudad en Rojo y más recientemente Regreso a Ítaca. Eso sí, confiesa rotundamente que detesta ver lo que hace: «Disfruto el proceso pero ver el trabajo final me parece horroroso. Soy muy crítico. Si llego a pararme frente al televisor para ver mis actuaciones prefiero no seguir actuando».
Sin embargo, el actor tiene una técnica para autoevaluarse, pues se escucha. «Si hay algo en el matiz de la voz que no me parece bien, pido repetir la escena. Por eso pienso que tengo una deuda gigantesca con la radio, la respeto extraordinariamente.
«Cada vez más los actores desconocemos los matices que tiene la voz, los colores que le puede otorgar al personaje que encarnemos. Cuando solo tienes la voz para comunicar empiezas a trabajar resortes que a veces, por desconocimiento, o porque no lo necesitas conscientemente, no se tienen en cuenta. Me encantaría tener un tiempo para vivir intensamente la actuación desde la radio».
Fernando considera la amistad como una joya rara y a la familia, el gran regalo de su vida. Tiene dos hijas. Alicia, la mayor, le sigue los pasos en el fascinante universo de la actuación, y la menor es periodista. La esposa, sin embargo, se mueve en un mundo diferente, en el de la química y la homeopatía.
Para Fernando, actuar es un acto de fe, una entrega en cuerpo y alma. «Me siento dichoso porque creo que el público me ha prodigado afecto y respeto. Me encantaría confirmar que soy merecedor de ello por una obra consecuente con mis principios, que no hay divorcio entre lo que sueño y lo que soy».