¡Qué miedo! Se te paran los pelos de punta cuando eres chiquito y te cuentan esas leyendas cubanas. En la escuela al campo no sale nadie del albergue porque si se te aparece uno u otro los gritos llegan al cielo. Y si por casualidad los de la ciudad se van al monte, y oyen los rumores de la llorona del río o del güije negrito y malvado, la piel se pone de gallina y los ojos se quieren salir de la cara.
Como dirían en el guateque… ¡No te rías que esto es serio!
Vamos a poner en el ring las dos apariciones a ver quien le mete miedo al miedo. Por si acaso, yo miro para todos los lados y digo ¡Solavaya!
El güije
Que se sepa que no estamos hablando ni del títere del Camino de los Juglares ni del animado del filminuto. En Cuba dicen que los hay de verdad y que tienen una risita que te mata del susto. Claro, el jigue no se acerca a la ciudad porque sabe que ahí la cosa está dura, así que mejor quedarse en el medio del monte.
Un amigo preguntaba que si en las llanuras también hay jigue, pero le dijeron que no, que eso es zona del jinete sin cabeza. Pues si, hasta un tipo a caballo decapitado, eso hay en Cuba, según las lenguas y los mitos. Pero mejor nos concentramos en la lucha entre el negrito espectral y la llorona.
El güije grita, corre, susurra, tiene ojos enormes y se desaparece como por arte de magia. Ni los valientes se le paran delante, dice la gente vieja y sabia de la isla.
La llorona
Está en todas partes de Cuba y son miles de historias que justifican su espeluznante llanto. Es la protagonista del horror en las noches, donde hay luna y río con cauce fiero.
La llorona no se sabe bien si es culpable de la muerte de su amado o no, aunque no le hace falta más oscuridad a este asunto porque ya es bastante aterrador. A nadie le importa como va vestida o que peinado lleva… es más, a nadie le importa un comino la cara que tiene la “susodicha” porque a la gente lo que le pne los pelos de puntga es ese llanto de ultratumba.
Misteriosa, con sospechas de ser una asesina y con un llanto que le crispa los nervios a cualquiera.
Le meten miedo al miedo estas dos apariciones de la tradición mítica cubana. A la verdad yo no se cual gana en horror. Por lo pronto es mejor cerrar los ojos, las ventanas, y no andar de valiente por la campiña cubana, de noche.