Amén de los cultos y servicios que en las edificaciones religiosas se realizan, a diario cientos de turistas nacionales y extranjeros disfrutan de esas joyas de la arquitectura y la cultura cubanas, la mayoría erigidas en la etapa colonial y con diversos estilos.
La iglesia Jesús de Miramar, en la Quinta Avenida habanera, es, con relación al área que ocupa, el mayor templo de Cuba, pero la Catedral de Santiago la supera en cuanto a capacidad para los fieles. Sin embargo, la más alta construcción religiosa cubana es la parroquia del Sagrado Corazón, la comúnmente llamada iglesia de Reina. Solo su torre tiene una altura de 50 metros y es de 74 metros el alto total del templo. Se trata, aseguran especialistas, de una edificación importante en la silueta de La Habana.
Los arquitectos desconfiaban, con motivo de los ciclones, de la seguridad y permanencia de una torre de tal altura. Pero un jesuita vasco, experto en construcciones, el hermano Luis Gogorza, se ofreció para diseñarla, en tanto que la obra en sí estuvo a cargo del arquitecto Luis Dediot. Es de un estilo gótico auténtico, con arco apuntado, altas bóvedas ojivales, paredes reducidas, ventanales amplios y luminosos vitrales. En suma, una de las iglesias más bellas de Cuba y de toda América.
El pórtico de la parroquia es impresionante. Lo preside una gran imagen del Corazón de Jesús, tallada en madera, que tiene a cada uno de sus lados las imágenes, también de bulto, de los santos jesuitas San Ignacio de Loyola y Francisco Javier. Famosos son los 169 vitrales del templo. De estos, 33 grandes y 136 pequeños. Todos confeccionados de manera exclusiva para la iglesia habanera por la Casa Mauméjean, de Madrid-París-San Sebastián. El altar es una verdadera filigrana artística. Compuesto de alabastro, madera y bronce, traído en piezas y montado en su lugar bajo la dirección de su autor, el sacerdote asturiano Félix Granda, buen artesano y artista plástico aficionado.
Jesús de Miramar, el mayor templo de Cuba
Ante la monumentalidad de esta iglesia todos somos demasiado pequeños. Minúsculos ante la grandeza celestial. Es la idea, la Iglesia Católica ha construido siempre templos prominentes, que parecen advertencias en la tierra. Impresiona este, el más grande de Cuba, dedicado a Cristo Rey, pero que todo el mundo conoce como Jesús de Miramar.
La edificación está ubicada en la 5ta. Avenida, en una explanada que le permite al transeúnte verla en todo su esplendor. La influencia románica bizantina es evidente en su estilo arquitectónico. Planta de cruz latina, tres naves, ábside, cruceros, arcos de medio punto, bóveda de cañón y cúpula de base octogonal. A imagen y semejanza de otras iglesias célebres en el mundo.
Su estructura es de hormigón armado, revestida de cemento que imita la piedra arenisca. Pero la fachada, el pórtico y la torre (que nunca se terminó) son de piedra de sillería. Los bajorrelieves, los ángeles del presbiterio y los altares son de mármol de Carrara. El piso fue hecho en terrazo, in situ. Aquí y allá son evidentes signos franciscanos, como el escudo de la orden. El artista Juan Sierra moldeó en los capiteles símbolos litúrgicos.
El arquitecto Eugenio Cosculluela dirigió las obras de construcción, que comenzaron en 1948 y concluyeron en mayo de 1953.
La iglesia está dedicada a Cristo Rey, específicamente al momento de su pasión. La sagrada imagen, una réplica de la célebre imagen de Jesús de Medinacelli (venerada en Madrid), preside en el camarín del ábside. Está tallada en madera pintada, lleva una túnica nazarena de color morada. En los extremos del crucero están las dos capillas de la iglesia: la de la izquierda, dedicada a la patrona de Cuba, Nuestra Señora de la Caridad del Cobre; la otra, a Santa Ana, madre de la Virgen María.
Pero lo más singular del templo es el Via-crucis, 14 murales desplegados en las paredes laterales. Fueron pintados al óleo sobre láminas por el español César Hombradós Oñativia, entre 1952 y 1959. No es que haya grandes aportes formales, pero el tamaño de las pinturas es considerable. Algunas de las familias que aportaron recursos para la construcción del templo posaron para las escenas.
El órgano de tubos fue inaugurado en 1956. Como todo en la iglesia, es monumental. Tiene 5 mil tubos y tres consolas, puede alcanzar 73 registros reales. Ahora está en reparación. Fuera de la iglesia, destaca la gruta de la Virgen, imitación de la famosa gruta francesa de Lourdes, concebida por el arquitecto Max Borges.
Un capuchino español, Fray Aniceto de Mondoñedo fue el artífice y promotor de esta obra. Desde su fundación, es atendida por religiosos capuchinos españoles.
La más antigua
Se dice que la primera iglesia que existió en La Habana era un bohío que algunos sitúan en el espacio que ocupó luego el Palacio del Segundo Cabo.
En 1550, destruido ese bohío, se inició la construcción de una iglesia de cal y canto. En julio de 1555 el corsario francés Jacques de Sores se apoderó de La Habana. Prendió fuego a la primitiva villa y el incendio destruyó la iglesia: solo quedaron en pie las paredes. De Sores ultrajó las imágenes de los santos y las vestiduras sacerdotales. Robó cuanto en ella había y llegó hasta a desnudar una imagen de bulto de la virgen María. Hacia 1560 La Habana estaba aún sin iglesia, que quedaría terminada en 1574. Se hallaba esta iglesia en el lugar que posteriormente ocupó el Palacio de los Capitanes Generales.
Existían dentro del templo sepulturas que se vendían. Sus propietarios tenían derecho a sentarse sobre ellas durante los oficios religiosos. El obispo Castillo, sin embargo, se opuso a que las mujeres usasen como asientos los sepulcros, aun siendo sus propietarias, porque debían reservarse para «personas ilustres que han tenido oficios preeminentes».
Estaba dedicada la iglesia a San Cristóbal, patrón de la ciudad, y desde que se establecieron las parroquias del Espíritu Santo, Cristo del Buen Viaje y Santo Ángel, tomó el nombre de Parroquial Mayor.
El 30 de junio de 1741 un rayo cayó sobre el navío Invencible, anclado en el puerto de La Habana. La explosión hizo que se resquebrajaran muchos edificios de la ciudad, y la Parroquial Mayor quedó en estado de ruina. En 1772 una Real Cédula aprobó la instalación de la Parroquial en la iglesia del colegio de la Compañía de Jesús y la demolición de las ruinas para construir allí la Casa de Gobierno. Provisionalmente se estableció el culto en el oratorio de San Felipe de Neri, convertido transitoriamente en Parroquial hasta que, el 9 de diciembre de 1777, se realizó el traslado de la Parroquial Mayor desde el oratorio hasta la mencionada iglesia de los jesuitas, transformada más tarde en Santa Iglesia Catedral, en el mismo sitio que ocupa en la plaza que lleva su nombre.