Si hace unos años era el símbolo de todo lo relacionado con el campo cubano, hoy el sombrero de yarey es una prenda común en el paisaje urbano, y sorpresivamente entre los jóvenes que tratan de combatir el intenso Sol.
Cual si fuera un desafío postmoderno a los cánones de la moda, en las calles abundan los ataviados con sudaderas de mangas largas, pantalones cortos, gafas y un despampanante sombrero de yarey, usualmente adornado con colores extravagantes y símbolos y marcas actuales.
De fácil elaboración y con modelos que varían de acuerdo con la región de la Isla en que se fabrique, esta prenda ha devenido una solución práctica para evitar los daños en la piel producidos por el sol, sobre todo en el verano, cuando es posible verlo en circunstancias tan disimiles como la playa, los ríos y hasta centros recreativos juveniles.
El sombrero de yarey, usado desde siempre por los campesinos cubanos para ampararse de los fuertes rayos del sol, es de alas anchas, fresco, de poco peso, barato y de fácil confección.
En la manigua, los mambises también llevaban ese sombrero con una diferencia: el ala frontal virada hacia arriba y en este sitio, una escarapela con la insignia nacional.
Sin embargo en la actualidad es posible encontrarse con imágenes aparentemente tan anacrónicas como las de un joven que se conecta a Internet desde su celular mientras se protege del Sol con un sombrero de yarey.
Llegó la competencia
Y aunque el yarey es identidad, existen lugares en Cuba, donde suplieron su déficit, por el de la yariguana y luego por las fibras de los frondosos árboles de la anacahuita, que ahora adorna los cordeles de varios puntos de ventas edificados en la carretera central a la altura de la extensa llanura de Las Tunas-Camagüey.
Aunque el sobrero de yarey está presente, predomina ahora el de anacahuita, salpicado con pigmentos que extraen de las propias plantas. Estos accesorios se han diseminado por toda Cuba y un poquito más allá….
La familia de Marisol Otaño Causido y Elio Zamora Rodríguez, adquirió una patente de útiles del hogar hace tres años y se pasan el día cosiendo con dos máquinas rusas; pero en realidad se trata de una producción en cadena: algunos recolectan las fibras, otros las maceran y preparan, otros las tejen…
Más atractivo que el propio sombrero, es poder apreciar en el caney a la orilla de la carretera central, la destreza con la que fabrican y hasta cómo se van trasmitiendo las manualidades de generación en generación, pues Yoiner Hernández, un niño de apenas 11 años, teje a la par de cualquier artesano y ya tiene en la tía Magali a su primer alumna.
El sobrero de yarey en las pasarelas
Hay diseñadores de modas que ya han incorporado el sobrero de yarey a sus catálogos, lo mismo para mujeres que para hombres y con una amplia gama de tamaños y materiales.
Aparentemente se trata de un estilo “retro” que tiene a su bien apropiarse de un elemento de profundo arraigo y cubanía para adaptarlo a las nuevas tendencias juveniles.
Si en algún momento el sonero Cándido Fabré se lamentaba en una de sus canciones que había desaparecido su sombrero de yarey, hoy quizás le resulte más fácil encontrarlo.
En estos días, cuando el sol brilla más, nos encontramos en cualquier ciudad de Cuba, sombreros de yarey, malangueta, fibra de anacahuita, guásima, majagua azul, y satín, se presentan como opciones de los mejores diseños para acompañar nuestra ropa este verano.
En casi todo el mundo el sombrero artesanal es el más demandado por su variedad y tipos de tejido que pueden llevar el punto de arroz, cruzado, emparche y otros de mayor o igual complejidad. No podemos negar que, para minimizar el sofocante calor, lo mejor es llevar sombrero, mientras más natural mejor, pues esa es la moda de verano.